«Quizá lo que mejor sé es por qué el hombre es el único animal que ríe:
es el único que sufre tanto que tuvo que inventar la risa. El animal más
desgraciado y más melancólico es, exactamente, el más alegre.»
(F. Nietzsche, Voluntad de poder)
Cuando a Platón le preguntaron: «¿Qué te parece Diógenes?»,
respondió: «Un Sócrates enloquecido»
Para el Joker de El caballero oscuro su actitud vital es equiparable a la del perro que corre detrás de los coches, la única razón de este acecho estriba en sí mismo; el problema, se dice, sobrevendría si llegara el momento en que lograse darle alcance a uno. ¿Qué hacer una vez que se descubre que la máscara es la esencia; que, bajo esa apariencia de juego tan solo había juego; que el nerviosismo alegre de la irresponsabilidad era realmente un salto al vacío; que el valor del mundo interpretado radicaba en la propia interpretación? ¿Qué hacer cuando se revela la futilidad de todo proyecto, lo inane de cualquier pretensión más allá de lo inmediato? Ahí, al fondo de todo, acontece la risa. Cuando la carcajada encierra toneladas de desesperación que resuenan en la noche del no saber, en el éxtasis que hace idénticos metafísica y vacío; cuando el ser siente la atracción del abismo.
Un ejercicio mínimo de etimología empieza a arrojar luz sobre la brillantez de los planteamientos del guionista; joker se remonta de la raíz latina iocus, 'juego', y de aquí la teoría económica, también presente (en la película hay, al menos, dos dilemas del gallina y una variante del del prisionero, con barcos -lástima que el lastre del final feliz obligue a falsear un resultado que refrendan estudios universitarios). «Más allá del bien ydel mal, disfrutando / ya de la luz ya de la sombra, siendo totalmente solo juego». La lucidez del loco se manifiesta en la esfera de lo lúdico, juego que, en última instancia, puede remontarse a los atributos con que el griego identificaba al dios-niño Dioniso, en un impulso que arroja al ser humano hacia fuera, hacia una querencia a la vida que desemboca en altivo desprecio de la misma, frente a ese psicologismo del gnosci seauton apolíneo, planificador incesante. ¿Quién se atreve a semejante abandono? Subrisio saltat.
Pedía limosna a una estatua. Al preguntarle por qué lo hacía, contestó:
«Me acostumbro a ser rechazado»
Los planes acucian. Por todas partes, las voluntades son forzadas a encajonarse según lo previsto y van griseando hasta instalarse en las cárceles de lo categorial. De eso se encargan los altares al sistema y los oficiantes de su culto, los guardianes de ese sentido común que en las catedrales del orden encuentran el refugio donde esconderse del miedo provocado por tanto artificio. En los cenáculos de la recursividad, donde todo es igual a sí mismo, incapaces de salirse del redondel que traza la noria de su sensatez, los que velan por el proyecto tejen, traman, urden, maquinan.
Frente a estos, la desesperación como meta, la arbitrariedad como norma, la vida como juego. Despreciando cualquier subterfugio que apele al orden, a esa ilusión de tenerlo todo bajo control aun a sabiendas de que el más leve contratiempo será susceptible de echarlo a perder, a quien apuesta su propia vida le reconforta el ostracismo, toda vez que la angustia se convierte en trampolín hacia el desconocimiento que posibilita llegar a lo que Bataille llamó «experiencia interior», esa mística sin dios donde los contornos se diluyen, donde se es uno con todo lo viviente, donde el desprecio derivado de la risa corroe los límites.
Entraba en el teatro en contra de los demás que salían. Al preguntarle que por qué, dijo:
«Eso es lo que trato de hacer durante toda mi vida»
¿Cómo es posible quitarse el maquillaje cuando se comprueba que bajo este no hay rostro alguno? ¿Por qué cesar la actuación si se sabe que el teatro comienza al abandonar el escenario? Cuando todo a nuestro alrededor es falso es cuando se ama más lo verdadero, esto es, el simulacro, la representación incesante (a fin de cuentas, si traducimos 'jugar' por play llegamos también a 'desempeñar un papel') de la misma engañifa (a cada uno le contará la versión que no quiere oír sobre el origen de sus cicatrices). Sin sucumbir siquiera al engaño, más sofisticado, de considerar la existencia como fenómeno estético; sabiendo que ni siquiera tenemos el arte para no morir de verdad; abrazándose a aquello que se sabe nocivo, dispuesto a desarmar las esperanzas, tan endebles, depositadas en lo por venir. «¿Tengo pinta de tener un plan?», se pregunta el Joker encomendándose a la casualidad.
Al llamarle Platón «perro», le dijo:
«Sí, pues yo regreso una y otra vez a quienes me vendieron»
El rechazo como afirmación, porque se intuye, como asegura el fiscal tras su "conversión" (la secuencia del hospital, para enmarcarla), que «el único criterio justo para un mundo tan cruel es el azar». La adversidad se torna acogedora, lo hostil se vuelve amigable, los contratiempos se reciben como una bendición, los ladridos de los perros son el canto de Orfeo.
No creo fortuitas tantas referencias caninas asociadas al Joker a lo largo de la película (la última, de Dent a Maroni, «tú eres quien ha soltado la correa al perro»), ahí radica gran parte del atractivo (no digo que el actor no esté soberbio, pero sin ese discurso poco habría podido hacer) del personaje, en que entronca con la tradición cínica (del griego kyon, 'perro'). Recordaremos que Diógenes se refugió en Atenas por querer «reacuñar la moneda»; aquí el villano quema el dinero con la suficiencia que confiere darlo todo por perdido; asimismo, se le pueden atribuir la anaideia y la adiaphoria del de Sínope a un villano que actualiza lo que dejó dicho Zaratustra, que «la noche es también un sol».
¿Por qué tan serios? Sonrían.
(Nota: los buenos lectores sabrán que los epígrafes iniciales están tomados de la parte que el Laercio dedica a Diógenes en su Vida de los filósofos ilustres)
Momento idóneo para ver la película: justo después de haberla visto.
El joker no lleva maquillaje, así es su rostro y su cuerpo.
ResponderEliminarTe muestro la mejor escena del cómic, según mi opinión, supongo que la conocerás: http://3.bp.blogspot.com/_C2DVE0xjLug/SEGieP93eeI/AAAAAAAABkc/MTUwqsL5wAE/s400/joker-the-killing-joke.jpg
El momento me encanta.
Muy buen comentario, amigo mio.
A ver si justificamos ...
ResponderEliminarme ha gustado el análisis pero quizás peque un poco de ser de una lectura que requiere bastante conocimiento cultural (sobre todo en el aspecto de la filosofía clásica y la mitología) y también que utiliza términos muy avanzados y dificultosos.
ResponderEliminarYo recomendaría que para facilitarla se dieran, tras terminar cualquier reseña y análisis, si se requiere para su lectura el conocimiento de aquellas referencias culturales, lass fuentes en donde se pueden dar a conocer (Ya sea nombrando las obras en las que aparecen o utilizando formatos enciclópedicos como la wikipedia o cualquier otro) y también, que se advirtiera a los demás un margen de nivel de conocimiento lingüístico que se requiere para entenderlo (Evidentemente todo esto es algo relativo, pero más o menos se puede especular a grandes rasgos si un texto es de elevada dificultad o no).
Por lo demás está muy interesante. Estoy seguro de que si tengo tiempo de volver a ver la película podré disfrutarla con otros ojos.
Me justifico, Teo: hace poco vi la película por sexta vez (aunque imagino que te refieres al texto; intentaré subsanar el error, gracias).
ResponderEliminarEnder, tienes toda la razón, y tomo nota de tu comentario. De lo que se trata es de ser entendido, sin que ello signifique simplificar. Gracias también.
Por otra parte, una pregunta sobre las entradas. ¿Pueden contener spoilers (avisando desde el principio, se entiende)?